Poder fáctico es el que se ejerce al margen de los cauces formales (es decir, que no coincide necesariamente con el aparato del Estado) y se sirve de su autoridad informal o su capacidad de presión para influir políticamente. El poder fáctico ni está legitimado ni siempre busca la legitimación para ejercerse, pero ejerce (de hecho y no de derecho) el poder aunque no lo haga legalmente ya que su mera existencia le hace ser determinante.
La mayor parte de las veces no es necesario que se imponga por la fuerza, le basta con explicitar, o incluso con sugerir sus deseos para que se conviertan en realidad. La clave de su ejercicio es su capacidad de control de mecanismos externos a la política para lograr poder político, como por ejemplo el dominio de recursos vitales o estratégicos, que le dan el control de la ideología, la sociedad y la economía, en vez de controlar un gobierno en turno, controlar o influenciar su legislación, de manera legal o casi-legal.
Algunos ejemplos de poder fáctico es la influencia usada por grupos de poder como pueden ser la banca o la oligarquía, los intereses plutocráticos, así como la iglesia, las centrales sindicales o los medios masivos de comunicación. En ciertos corpus teóricos-ideológicos se denomina al fenómeno causado por el poder fáctico como mercantilismo empresarial o capitalismo de Estado.
La consideración de la prensa como un cuarto poder la aproximaría al concepto de "poder fáctico", pero no a los medios de comunicación mismos, sino a los que los controlan, como los grupos empresariales.
Muy habitualmente se alude de forma metafórica a la forma en que los poderes fácticos gravitan sobre la vida pública, con la mera amenaza de su actuación: como por ejemplo en la expresión "ruido de sables" o incluso "ruido de sotanas". Un sentido semejante tiene algunos usos del término “baculazo” para denominar a las decisiones eclesiásticas, y del de “cuartelazo” para denominar a los pronunciamientos militares.
México sufre políticamente de un mal mayor. Los poderes constitucionalmente electos, no son los que realmente gobiernan este país. Este país tiene muchos centros desde donde se detenta un poder fáctico: los banqueros, los sindicatos de maestros, los ricos, el clero, algunos segmentos de la izquierda electoral y los empresarios, ya que detentan un nivel de poder inusitado en el México actual.
Decir que esto es grave es lo evidente. Se debe de encontrar la forma de disminuir el poder fáctico y trasladarlo, por lo menos parcialmente y hasta donde sea posible, a los poderes constitucionales.
En las sociedades donde a los poderes fácticos se les permite crecer sin freno, la sociedad se colapsa. Un ejemplo muy claro es el de: el Líbano y Hizballá. Hizballá es un grupo guerrillero social que ha suplantado al gobierno constitucional y que de buenas a primeras puede voltearse, encender las máquinas de guerra que poseen y atacar sin provocación a un país vecino.
Podrá parecer excesivo equiparar a Hizballá con el CCE (Consejo Coordinador Empresarial) o con el Clero mexicano, pero en el fondo son todos ellos grupos que operan fuera del cauce legal y que aún así ejercen un inusitado poder en México. Si el CCE decide inmiscuirse en el proceso electoral mexicano, lo hace y no sufre repercusión alguna. Los reporteros de todos los medios, que son una especia de brújulas vivientes que siempre apuntan hacia el poder, corren presurosos a entrevistar al Cardenal Norberto Rivera cada vez que algo pasa. De igual manera al mega millonario Carlos Slim, ya que opina sobre lo que sea, y los medios lo reproducen perpetuando la percepción de que "Slim es poderoso".
Poderes fácticos que participaron en las elecciones del 2006
En las elecciones presidenciales del 2006, participaron diferentes poderes fácticos, los cuales estaban en contra de que López obrador asumiera el poder presidencial, ya que sus propuestas e ideales estaban en contra de sus intereses. Estos poderes fácticos como lo fue el empresarial junto con el candidato Felipe Calderón, hicieron una campaña de desprestigio en contra de Obrador, diciendo que era un peligro para México debido a que sus políticas podrían llevarlo a una crisis económica.
A mediados de junio del 2006 apareció la noticia de que había empresarios coaccionando el voto de sus empleados a favor del PAN con amenazas de pérdida de empleo. También varios clérigos realizaban proselitismo a favor del PAN. En los últimos días de la campaña, el Consejo Coordinador Empresarial se sumó a la guerra sucia panista. Adujo que seis consejeros electorales estaban de acuerdo en que podían hacer esta campaña, aunque la ley sólo permite propaganda electoral a los partidos políticos.
Pese a todo el apoyo de una campaña desmedida e ilegal del Presidente Fox, el candidato del PAN, Felipe Calderón, no remontaba la campaña al iniciarla. El PAN contrató asesores españoles, y privilegió una campaña fascista de mentiras y calumnias en contra del candidato puntero en las encuestas, López Obrador. El meollo de esta guerra sucia fue acusarlo de ser un populista que traería sólo males a los ciudadanos. Anuncios televisivos y radiofónicos promovían miedo al cambio y odio hacia el candidato de la izquierda. En esos anuncios se repetía incansablemente que López Obrador era “un peligro” para México. Además, fue incorporada como directora de la campaña panista la que había estado al frente de la Secretaría de Desarrollo Social, quien llegó a esta tarea para manipular a favor del PAN toda la información y los nexos de los programas sociales.
López Obrador explicaba que sus medidas para favorecer a quienes menos tienen (con mecanismos para que obtengan más ingresos y paguen menos en los energéticos) no implicaban deuda, sino recortes a los grandes gastos de la burocracia estatal y reducción de privilegios fiscales a los que más tienen. El PAN insistía en sus anuncios: si López Obrador llegaba a la Presidencia endeudaría al país y provocaría graves quebrantos económicos. Pese a que Calderón acusó durante toda la campaña a López Obrador de populista, en el último tramo el candidato panista también prometió recortes a los pagos de gas y luz para beneficiar a los más pobres y López Obrador aplaudió que Calderón respaldara políticas que antes había fustigado como populistas.
El PAN, además, había rebasado los topes de campaña. Entre lo gastado directamente por ese partido y por los empresarios que hicieron campaña a su favor se había llegado a la cantidad de 895.4 millones de pesos, cuando el tope autorizado es 651.4 millones. El PRD también acusó la ilegal participación de extranjeros en apoyo a la campaña de Calderón. El ex-Presidente español, José María Aznar, arengó públicamente el 21 de febrero en la ciudad de México a votar por Calderón. El publicista español Antonio Solá había asesorado al PAN en su guerra sucia. El PRD también exigió se examinara la campaña anticipada que había realizado Calderón desde que era funcionario del gobierno de Fox como Secretario de Energía.
Se dio una elección fraudulenta de los poderes fácticos -el gran poder del dinero, de los oligopolios, de los medios de comunicación masiva, el de una gran parte de la jerarquía católica, y el del crimen organizado- que supeditaron a los partidos y al Estado. Los poderes fácticos habían sometido a los poderes formales del Estado para imponer a un candidato afín a sus intereses. Calderón Recibía apoyo no sólo de cúpulas empresariales sino de liderazgos sindicales antidemocráticos. El ex-canciller Jorge Castañeda alabó a Fox por haber intervenido activamente a favor de Calderón y lo exhortó a no echarse para atrás ante las manifestaciones.
Los partidos no sólo perdieron fronteras entre ellos (hubo entre todos intercambio de candidatos) sino que quedaron desdibujados ante las camarillas operadoras de las guerras sucias basadas en una gran cantidad de recursos, de los cuales no se ha explicado su procedencia.
Llama la atención que los poderes fácticos internos, unidos al capital financiero internacional y al gobierno de Bush, no hayan tolerado que el candidato de la Coalición por el Bien de Todos pudiera ganar unas elecciones con voto libre. Andrés Manuel López Obrador no representaba una alternativa a la política neoliberal. Sólo ofrecía condiciones menos malas a los depauperados. Resulta revelador comprobar que estos poderes no sólo se oponen a dar atención al grave problema social que padece México, sino que atentaron contra lo básico de la democracia electoral: el voto libre e informado.
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